18 ene 2012

Capítulo 7

Una sombra apareció detrás de Sensey, que sintió la presencia y giró, agarrando por el cuello a una ardilla que, al parecer, se había colado en el carruaje. Suspiró y la dejó en el suelo, la había asustado, no sabía por qué, pero estaba más nerviosa de lo normal. En ese momento, Saitou apareció entre los árboles con un par de maletas. Se acercó al carruaje y las dejó bajo los asientos. Miró a Sensey, sonrió, entró en el carruaje, sentándose en un asiento y dio la señal a los pegasos para que comenzaran a caminar. Sensey le miró de reojo, lo conocía lo suficientemente bien para darse cuenta de que le pasaba algo.
-¿Te pasa algo? –Le miró extrañada. Saitou la miró y suspiró.
-No estoy seguro… No tengo muchas esperanzas de encontrar viva a mi hermana…
-Los vampiros estamos muertos… ¿Debería ofenderme? –Rió. Para su elevada edad hablaba como una chica de esa época. Eso preocupaba a Saitou; simplemente, era extraño para él, aunque ya era suficiente extraño que no le molestara la compañía de una diosa. Había odiado durante siglos a los dioses, aunque había algo de él que Sensey no sabía, o mejor dicho, no recordaba.
-Me refería a que no creo que hayan desperdiciado su sangre…
-Los vampiros no siempre buscan sangre. A veces buscan guerreros, que es peor. –Suspiró. Miró por la ventanilla de la puerta del carruaje y miró al suelo: todo era pequeño, por lo que creyó que estaban volando. Y así era. Los pegasos habían alzado el vuelo algunos segundos antes, pero Sensey no había prestado atención a ese movimiento del carruaje, es más, ni siquiera recordaba que estaba siendo guiada por animales cuadrúpedos con alas.
-Y… ¿Eso es peligroso?
-En cierto modo… Si nos atacan con un ejército de cincuenta vampiros ‘’novatos’’, es posible que podamos escapar. Pero si son unos cien, la cosa cambia. El ejército de vampiros con menos guerreros que vi, tenía unos ciento sesenta. Yo misma los dirigí durante un tiempo… -Suspiró. Últimamente estaba suspirando mucho, y Saitou lo había notado. Mientras miraba por la ventana de la puerta, vio una sombra acercarse.- Nos han encontrado… -Abrió la ventana y apuntó a la sombra con la palma de su mano. En pocos segundos una bola de fuego se formó a pocos milímetros de su mano, la cual, salió disparada hacia la sombra. Mientras se acercaba a la sombra, la bola aumentaba de tamaño hasta ser más o menos como un coche. La sombra retrocedió, pero la bola la alcanzó y explotó, desintegrándola. Saitou se quedó asombrado, hasta entonces  habría creído que el fuego era inofensivo, pero había cambiado de opinión al ver el ataque de Sensey. Ambos suspiraron y apoyaron su espalda en la pared del carruaje. Sensey no tenía ganas de hablar, estaba demasiado ocupada intentando reconstruir la figura de la sombra. Saitou miró al suelo, esperando una explicación de Sensey, pero cuando la miró, ya se había dormido. Sonrió y apoyó su cabeza en el hombro de la chica. A la mañana siguiente, cuando los pegasos ya habían descendido hasta el suelo. Sensey fue la primera en despertarse. Miró a Saitou, sorprendida. Intentó levantarse, pero Saitou pesaba más de lo que esperaba. Sonrió y volvió a apoyar su espalda en la pared del carruaje e hizo un hechizo alrededor de los pegasos y el carruaje para que nadie notara su presencia. Tras unos minutos eternos, Saitou se despertó. Sensey se hizo la dormida, quedándose completamente quieta. Saitou, al ver que estaba dormida, se levantó lentamente y salió del carruaje, cerrando la puerta a la vez que salía. Desató a los pegasos para que pudieran comer y caminó hacia un río que había por allí cerca. Se sentó en la orilla y miró su reflejo en el agua. 

6 ene 2012

Capítulo 6

-¿Qué piensas hacer, preciosa? Ya no puedes salir de aquí.
-Sois repugnantes… -Salió corriendo hacia los demonios, en su mano apareció una katana negra. Con ella, golpeó a los demonios, logrando desintegrar a uno.
-Lo que intentas es inútil, aunque nos mates a todos no podrás escapar, la puerta está sellada. –Unas risas siniestras se escucharon por toda la casa. En ese momento, Sensey despertó en la cueva, con dolor de cabeza. Se incorporó y Saitou se acercó a ella, preocupado.
-¿Q-qué ha pasado? –Logró decir Sensey.
-Te encontré en el bosque… Al ver que no regresabas, salí a buscarte. Al parecer te habías dado un golpe en la cabeza…
-Entonces… Todo ha sido un sueño…
-No todo… Supongo… Inconscientemente entraste a la casa y sacaste esto. –Saitou sacó una bolsa plateada de debajo de una roca.- Y más cosas que yo recogí del bosque, pero están escondidas bajo las rocas y me da pereza sacarlas… -Rió levemente. Sensey suspiró, estaba tranquila, al menos no estaba herida gravemente, o eso creía ella.- Y ahora deberíamos irnos, creo que me descubrieron…
-Entonces vas a tener que desenterrar lo que conseguiste de todos modos… -Sonrió.
-No todo… Mira la entrada… -Saitou señaló a la salida de la cueva y Sensey obedeció. Se acercó a la salida y descubrió un carruaje de madera, que parecía bastante resistente a simple vista. Llevaba dos caballos negros atados, aunque Sensey pensó en convertirse ella en otro y guiarlos… No, acompañaría a Saitou. Se acercó al carruaje y abrió una puerta. Por dentro era de cuero negro, y las paredes eran rojas. De las ventanas colgaban unas cortinas con extraños símbolos, que Sensey no había visto nunca. Se giró y miró a Saitou.
-¿De dónde has sacado esto? –Preguntó asombrada.
-Del pueblo… Al parecer ya han recogido su comida… No creo que se vallan en poco tiempo. Por eso, supongo que sería mejor si te vas…
-Espera… ¿T-tú no vas a venir conmigo? –Miró a Saitou. Por una vez, le preocupaba viajar sola, aunque más que eso, le daba miedo alejarse de él. Llevaba poco tiempo a su lado, pero parecía que llevaran más tiempo juntos.
-No… No quiero ponerte en peligro…
-¡N-no! Y-yo estaré bien… Por favor… V-ven… -Miró al suelo. Parecía una idiota, pero le era demasiado difícil alejarse de él.
-¿Estás segura?... No dijiste eso mientras dormías… -Saitou la miró. Su mirada reflejaba tristeza, y ese sentimiento extraño, pero Sensey seguía sin entenderlo. Sensey se acercó a él y le abrazó, casi por un acto involuntario. A ella no le disgustaba, pero no comprendía por qué lo había hecho.
-Estoy muy segura… -Sonrió. Saitou la miró sonriendo y siguió el abrazo, susurrando:
-Entonces iré… Recogeré las cosas, mientras, intenta explicarles el camino a los caballos, se te dan bien los animales, ¿no? –Rió, dio un beso sobre la mejilla de Sensey y caminó hacia la cueva. Sensey se acercó a los caballos y descubrió que eran pegasos, animales de la mitología griega. Pensaba que no existían, pero, claro: también pensaba lo mismo de los minotauros y en el infierno los encontró. Suspiró, les explicó el camino y se sentó en el asiento del carruaje, esperando a Saitou.